Me siento frente a mi máquina, con los ojos aún cansados por haber dormido tanto. El aire acondicionado ha entrado en guerra con mi nariz. Pero debo usarlo: el calor no da tregua en la ciudad. Con el aroma a eucalipto y la música de relajación intento olvidar la gran mole de cemento que me rodea. El ruido y los edificios en la ventana me obligan a recordar que ya se ha terminado el recorrido por los parques naturales del sur de la Argentina, de donde recién llegué de viaje. Los planes se aglomeran en mi cabeza. Las historias no encuentran palabras para ser contadas. El cigarro de marihuana sobre la mesa es tentador. Y yo soy frágil. Así que me hundo en el humo, para percibir con otros aires la larga lista de tareas anotadas en la hoja blanca. No. Todavía no es momento para tareas, todavía estoy de vacaciones.
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