La catástrofe sucede. El pueblo entra en pánico. ¿Y el presidente? No habla, no aparece. A René Preval, primera autoridad de la República de Haití, el susto le duró desde el 12 de enero, día del terremoto, hasta el pasado sábado 30, que concedió la primera entrevista para la emisora local TVC.
Explicó su tardía reacción pública diciendo que “un presidente también es un ser humano, y el mayor dolor es mudo”.
“Impotencia” y “sensación de muerte” son los términos con los que describe lo vivido luego de recorrer la ciudad en un mototaxi, horas después de la gran sacudida.
¿Cómo habrá sido su vida durante esos 18 días en los que no hubo gesto público alguno para el pueblo haitiano? ¿Las palabras que cruzó con su mujer? ¿Qué cosas le dirían sus hijas? ¡La tierra había temblado! Pudo ocurrir en muchas partes, pero el turno fue para esta nación pobre y negra.
Durante esos 18 días… ¿cómo sería su rostro en la soledad? Con la mirada que no nos quiso mostrar, Préval tendría que armarse de valor para demostrar que su amor por el pueblo es más grande que el que siente por el poder. ¿Habría palpado emoción parecida en sus anteriores mandatos?
Préval fue Primer Ministro en 1991. A ese cargo llegó mediante elecciones democráticas. Su gobierno fue derrocado por un golpe de estado, que lo obligó a salir del país. Denunció el acto ilegal y regresó luego al poder. En 1996, ganó las elecciones nuevamente. Pero esta vez eran presidenciales. Las segundas de este tipo que se celebraban en Haití. El periodo de mandato fue de cinco años. La población lo eligió con el 88 por ciento de los votos. Y en 2006, repitió la suerte de quedar electo. Su gobierno estaba supuesto a terminar en 2011, con unas elecciones que se llevarían a cabo en febrero, y que ahora tal vez sean aplazadas hasta dentro de dos años.
Fueron 18 días sin hablarle a los medios… ¿Habría deseado no ser el presidente? ¿Algún pensamiento suicida dando vueltas por su cabeza? Y afuera, todo hecho trizas. ¿Tuvo sexo con su mujer? ¿Pensaba en otra cosa que no fuera el desastre? ¿Cuáles?
Los hombres de mando también dudan. Un ejemplo reciente: Cuando Bush hijo recibió la noticia del derrumbe de las Torres Gemelas, a través de un memo que le pasó algún colaborador, en una conferencia para niños, continuó su alocución, como si nada hubiese sucedido. Y horas más tarde habló públicamente para los estadounidenses.
Préval se excusa en su humanidad. Y no tiene que decir más, Presidente. Con eso basta y sobra.
Tal vez (y con suerte), nunca leas estas líneas. Pero no importa: el pensamiento existe y es posible que este grito llegue a sus sentidos: ¡Fuerza, líder, que ahora es cuando más lo necesitan!