martes, 22 de junio de 2010

Permítanme la duda



Permítanme la duda. No tengo una edad avanzada, no quiero pecar de sabiondo, pero de algo ya me he dado cuenta: los políticos se hacen pasar por payasos, cuando en realidad son los dueños del circo, del gran espectáculo histórico.


Mi duda empieza con el escándalo de la para-política (como tiernamente se le llama en Colombia al delito que cometieron representantes a la cámara, senadores, concejales y alcades, cuando favorecieron a delincuentes paramilitares). Hay 68 congresistas implicados. Algunos fueron cobardemente absueltos.


Los crímenes de este grupo son igual de atroces, crueles y deliberados que los de las FARC, que tanto combate Uribe. Pero con las AUC la mano no ha sido tan dura, a juzgar por la ley de paz.


El asunto paramilitar sumió al DAS (Departamento Administrativo de Seguridad) en una crisis de la que no se sabe si la entidad saldrá con vida. Jorge Noguera Cotes, uno de los ex directores ayudaba a grupos paramilitares y a narcotraficantes con pedido de extradición.
Noguera llegó a ese cargo gracias a Uribe, quien lo defendió. Hasta que la justicia lo declaró culpable. Entonces Uribe pidió disculpas. Y siguió con sus lentes oscuros y su cara rabiosa, hablando de cómo se derrotaba a los terroristas de las FARC. 
Ahora Noguera está libre. 
Permítanme la duda. 


El proceso con las AUC fue un fracaso: el ex jefe paramilitar Salvatore Mancuso ha declarado que al menos cinco mil paramilitares habrían retomado las armas, incluyendo entre ellos, quienes no se habían desmovilizado. La prensa ha denunciado que algunos de los políticos implicados en el escándalo y que permanecen privados de la libertad, continúan activos políticamente desde la cárcel y que algunos tienen candidatos para las elecciones. A esto, el gobierno responde que se ha desmantelado el paramilitarismo y que los grupos emergentes son delincuencia común.
Pero la Federación Internacional de Derechos Humanos ha declarado que al Estado "le ha faltado voluntad real de juzgar y desmantelar a los grupos paramilitares".


Uribe, con su característica soberbia, tendrá sus argumentos para explicar todo el fenómeno. Pero los hechos hablan solos: la impunidad brilló en ese proceso de desmovilización de las Autodefensas Unidas de Colombia. 


Estos fueron los impactos de una de las acciones a la que el presidente Uribe más esfuerzo le dedicó durante sus ocho años de mandato.
No se le acusa de nada al señor de cara enfadada. Pero insisto con la duda: ¿Deberíamos los colombianos seguir confiando en él y en su gente, después de esto?
En el último debate antes de las elecciones del 20 de junio, cuando Mockus usaba este argumento, Santos le dijo que discutieran sobre las ideas, que no lo atacara. Pues no. Las ideas no valen nada, cuando las acciones han sido turbias.


Además de estos lunares, la 'Yidispolítica' también ensucia el gobierno Uribe Vélez. La ex Representante a la Cámara Yidis Medina admitió haber recibido ofrecimientos de dádivas de parte de funcionarios del Gobierno Nacional a cambio de su voto favorable al proyecto de reforma constitucional que permitió que Álvaro Uribe Vélez aspirara a un segundo mandato presidencial.
Sabas Pretelt de la Vega, Ministo del Interior y de Justicia durante la primera administración de Álvaro Uribe Vélez (2002-2006) está implicado en el asunto.
Permítanme la duda.


Es imposible negar los logros de Uribe: antes no se podía viajar por carretera en el país, las FARC han recibido unos cuantos golpes dolorosos. Pero, tampoco nos engolosinemos: no están derrotadas. Aún estamos lejos de conseguirlo.


En este mar de impunidad reinante, donde la corrupción se devela, pero no se castiga, vivimos los colombianos. Y un día, cuando se nos da la oportunidad de cambiar de dirigentes, elegimos a uno de la misma camada, del mismo gobierno de ocho años. Con todo el respeto que se merece Santos y su gente, debo desconfiar.


Pero al parecer no somos tantos los que desconfiamos: la mayoría de colombianos goza con el discurso de mano dura, basada en una moral judeocristiana. Y al final, el país sigue siendo un nido de ratas, en el que la verdad aparece a medias (no en los medios, ¡eso no!). Y los nexos de delincuentes con políticos son una más de las gracias de un circo que lleva más de 40 años haciendo reír a costa de sangre y dolor.